viernes, 31 de enero de 2014

Música de viernes: Sempiternam, sempiternam



A mediados de los '80, el muy conocido compositor-empresario británico Andrew Lloyd Webber (responsable de éxitos musicales como El Fantasma de la Ópera, Jesucristo Superstar, Cats y Evita) escribió un Requiem para honrar la reciente muerte de su padre, el organista y también compositor William Lloyd Webber.

Además de ganar el Grammy en 1986 a la mejor composición clásica contemporánea, este Requiem produjo un single que se popularizó rápidamente en las voces de Sarah Brightman -quien por aquel entonces era esposa de Webber (h)- y Charlotte Church, entre otras personalidades del subgénero híbrido conocido como popera.

El nombre de este "hit" que se despegó del Requiem y alcanzó vuelo propio era Pie Jesu (Piadoso Jesús). La letra en latín es en rigor una amalgama de dos pasajes tradicionales de las misas de difuntos (Pie Jesu y Agnus Dei) comunes en las liturgias cristianas desde los albores del medioevo.

Varios años más tarde, en el 2000, una Hayley Westenra jovencísima se subió a un escenario de Auckland en su Nueva Zelandia natal y procedió a romper todo, tal como se puede apreciar en el video. Hayley tenía entonces 14 años, una voz cristalina y una presencia tan arquetípicamente angelical que cuesta pensar en un mejor intérprete para la pieza de Webber.

En 2010, el legendario Ennio Morricone la eligió para interpretar una selección de arreglos y vocalizaciones sobre algunos de sus temas clásicos y músicas para películas como Cinema Paradiso, La Misión o Érase una vez en el Oeste. El resultado de esta colaboración fue el hermoso disco Paradiso. 

Hayley Westenra es una de mis voces favoritas en este género, particularmente cuando se ajusta a las fortalezas melódicas de su soprano ligera y produce bellezas como River of Dreams o Now is the Hour.

Que disfruten de Hayley y de un viernes descansado.


Pie Jesu
(versión Andrew Lloyd Webber)

Pie Jesu, (×4)
Qui tollis peccata mundi,
Dona eis requiem. (×2)
Agnus Dei, (×4)
Qui tollis peccata mundi,
Dona eis requiem, (×2)
Sempiternam (×2)
Requiem.


martes, 28 de enero de 2014

Carlsen, Asimov y mis problemas con los escaques




Continuando con mi hábito de asociarme a grandes personalidades de la historia por medio de rasgos triviales, como un piojo que salta a la cabeza de un gran señor que acierta a pasar por ahí, esta vez rescato una cualidad que me une a Isaac Asimov: él también era muy malo jugando al ajedrez.

Asimov era, por supuesto, un portento intelectual; pero según él mismo admite en la tercera de sus autobiografías, su ego había crecido a la par de sus éxitos editoriales. Esto complicó un poco el tema cuando descubrió que su desempeño como jugador de ajedrez era... inferior a la media:

"Con el curso de los años, descubrí que todos me ganaban, sin importar raza, color o religión. Yo era, simplemente, el más horrendo jugador de ajedrez de la historia. Eventualmente, dejé de jugar".

Aun si no hubiera contado con una autoestima de dimensiones cósmicas, la suya me parece una reacción plausible para un tipo que escribió más de 500 libros sobre básicamente todas las disciplinas científicas conocidas por la humanidad, sin dejar afuera a las ciencias sociales, Shakespeare o incluso la Biblia, y que recibió en vida todos los honores correspondientes a su labor como docente y difusor de la ciencia, incluidos un asteroide y un cráter lunar que llevan su nombre. Un tipo con una disciplina prodigiosa, capaz de escribir decenas de miles de palabras por día (encantador este artículo del NYT de 1969) sobre partículas subatómicas o los segundos que sucedieron al Big Bang, ¿y el ajedrez se le resiste?

La verdad es que salvando los abismos que me separan de Isaac en cuanto a CI y comprensión de las leyes físicas que gobiernan nuestro universo, a mí también me costó aceptar el hecho de que el ajedrez parece estar fuera de mi alcance. Y no quiero decir algo que depende de mayor esfuerzo, o de encontrarle la vuelta, como si fuera una materia complicada de Exactas. Hay algo en el ajedrez que no llego a aprehender, una sustancia contradictoria. Algo que parece ilógico siendo completamente lógico y que siempre parece estar un paso más allá del horizonte de mi capacidad.

Tal vez por esa frustración me intriga saber sobre las cualidades que hacen a un Gran Maestro. En su momento recuerdo haber leído sobre algunos aspectos excéntricos del legendario ajedrecista norteamericano Bobby Fischer. Me motivaba sobre todo la lectura de un librito de movidas* de ajedrez que tenía en ese entonces (Spassky-Fischer), pero pronto me interesaron más los rasgos de obsesión que caracterizaban al campeón en casi cada área de su vida.

Hasta noviembre del año pasado, Fischer era el único Campéon Mundial que había producido Occidente desde la Segunda Guerra. El título lo tiene ahora el joven noruego Magnus Carlsen (20 años) tras arrebatárselo a Viswanathan Anand. Carlsen lidera también el ránking internacional, que al parecer no es lo mismo que ser el campeón. Según su página de Wikipedia, el "attacking style" que predominaba en las partidas de su adolescencia fue desplazándose a un estilo más "universal".

Para alguien que cuando juega siente que está en una defensiva constante, apremiado por la necesidad de tapar huecos y sin perpectivas de dar vuelta el asunto, la diferencia entre un oponente agresivo y uno "universal" puede ser tan inasible como las distinciones que traza un enólogo de TV entre vinos "audaces" y "prudentes"; simplemente ni la mente ni el paladar cuentan con la granularidad necesaria como para discriminar a unos de los otros.



Tal vez por todo esto me gustó este match de Carlsen vs. Gates que salió hace unos días en un programa de televisión noruego. Sin duda que Gates es un tipo muy inteligente y es posible que tenga rasgos geniales. Pero a pesar de haber creado un imperio a los 20 años y de sentar las bases de la informática moderna, sin contar sus actividades filantrópicas ni su fama de visionario tecnológico, parece que como ajedrecista le falta un poco.

Y sí, ya sé que se está enfrentando a un pibe que fue Gran Maestro a los 13 años y que no tengo idea de lo que pasa en el tablero, a la velocidad que va. Pero en los 79 segundos (y nueve movidas*) que dura la partida puedo ver por qué se lo considera a Carlsen un jugador agresivo: en una parte hace un movimiento brusco que voltea una pieza. Yo, puedo asegurarlo, juego con mucho cuidado y no me permito esas tácticas baratas para desconcentrar al oponente.

¡Qué se le va a hacer! Carlsen es un genio desprolijo y Gates es un genio que juega tan mal al ajedrez como yo. Pequeñas conclusiones absurdas de un ego herido (aunque no tan grande como el de Asimov).


Update:
*: Un amigo "del palo" me palmea el hombro y me susurra que la palabra que busco es "jugadas", no "movidas". Le agradezco e inserto esta fe de erratas. Mi ego, a esta altura, ha decidido esconderse debajo de la pileta de la cocina.


Via | Open Culture

viernes, 17 de enero de 2014

Música de viernes: de Lota al SDF-1




Lota es una pequeña comuna de unos 50.000 habitantes, ubicada casi en el centro geográfico vertical de Chile. Mi pariente chileno me envió el link a este encantador video con el siguiente comentario:

"Qué mejor que motivar a los niños con algo que les gusta. Lota es una de las comunas más pobres de Chile, con un alto nivel de desempleo".

Para mucha gente, las siglas SDF-1 no significarán nada; en otros evocarán recuerdos instantáneos. SDF-1 era el nombre de la inmensa astronave-fortaleza alienígena que caía a la tierra al principio de la serie animada Robotech. Gracias a la ingeniería inversa, los humanos se hacían con un conocimiento tecnológico avanzado (la Robotecnología del título) que daba paso a una nueva era de exploración (y guerra) espacial.

Por supuesto, yo no me perdía un capítulo.

Para los iniciados, tan evocativa como la sigla será entonces la pieza que ejecutan estos chicos de la Orquesta Sinfónica Juvenil: el energético tema de Ulpio Minucci con el que empezaban todos los capítulos de la serie, y que puede apreciarse en su versión original aquí.

Feliz viernes, niños músicos de Lota.

miércoles, 15 de enero de 2014

La abeja que restauraba esculturas




El amigo MAD me envía el dato sobre Aganetha Dick, una artista canadiense que se dedica, entre otras cosas, a la APIESCULTURA. No es un typo, aunque sí un neologismo: Aganetha aclara expresamente que no sabe nada de apicultura, y sólo está interesada en las abejas en cuanto a sus patrones de comunicación, su comportamiento, su importancia relativa dentro de un marco de investigación sobre lo que ella llama "el poder de lo pequeño", y especialmente, sus habilidades artísticas.


Es que Agnetha está embarcada en un proyecto de arte colaborativo con las abejas. Con la ayuda de un apicultor real, cada tanto va y deja objetos dentro de una colmena. Al retirarlos después de un tiempo, los objetos aparecen transformados, recauchutados, "intervenidos", diríamos, con panales de pura hechura apícola que les dan un aspecto que va de lo lírico a lo inquietante.

 

Agnetha comenta que selecciona objetos deteriorados o gastados, ya que a las abejas -meticulosas e incansables como son- les encanta reparar y enmendar. Como estímulo para el trabajo, manda un cachito de propóleo o miel. Del resto se ocupa el OCD abejil.


Los resultados son sorprendentes. En algunos objetos, el tejido hexagonal completa un tul o un brocado; en otros sugiere el ectoplasma de un vínculo metafísico, como el que une a dos amantes en un beso; en otros adopta la disciplina espacial de una herrumbre progresiva; los más ominosos evocan imágenes cinematográficas de terror clase B, donde aparecen cuerpos invadidos por criaturas informes, o tal vez semihundidos en el capullo de algún xenomorfo de inspiración Gigeriana.



Aganetha también trabaja con biólogos y esta veta artística es una expresión de su interés por la comunicación inter-especies. También se pregunta cómo sería un mundo sin abejas, algo que confieso nunca se me ocurrió cuestionarme, tal vez porque mi reacción primaria cuando veo una abeja es la de poner entre nosotros la mayor distancia posible en el menor tiempo posible. Patético, estoy al tanto.


Via | The Jealous Curator

miércoles, 8 de enero de 2014

Olav & the Lute y la aventura colectiva




Para quienes tuvimos la suerte de vivir la edad de oro de la aventura gráfica allá a fines de los '80 / principios de los '90, el blog The Adventure Gamer es un placer especial. The Trickster es un australiano que ha decidido emular la gesta de Chet Bolingbroke en el pionero y muy aptamente denominado blog The CRPG Addict, que es ni más ni menos la de jugar todos los juegos de rol producidos para cualquier plataforma electrónica, del primero al último, y en orden cronológico. Chet ya lleva varios años invertidos en esta tarea ciclópea, una historia que combina en partes iguales obsesión casi enfermiza, genialidad y una administración del tiempo prácticamente sobrehumana, donde ya pasaron bajo el puente los Ultima más relevantes, muchos de la serie Gold Box de SSI, y por supuesto las entradas más antiguas del género que sólo podían jugarse en mainframe o terminales.

Desde hace un par de años Trickster lleva registro de un tour histórico similar pero dedicado a los juegos de aventuras publicados para PC. Trickster narra sus partidas con ingenio y mucho humor, alentando a los lectores a que jueguen junto a él, y de tanto en tanto -una serie de reglas autoimpuestas le impiden consultar soluciones online- solicita ayuda al público para resolver algún que otro puzzle. Yo sigo el blog desde el principio, y hasta me di el gusto de jugar a la par algunos viejos títulos que por uno u otro motivo habían quedado en mi tintero por más de dos décadas (notablemente, los Police Quest de Sierra).

Las bondades obvias de este enfoque metódico incluyen insights de primera mano sobre la evolución del género, pero hay un plus a mi juicio más estimulante; el blog de Trickster ofrece la posibilidad de encarar una experiencia colectiva que se acerca, un poco nomás, a aquella inigualable (y hasta ahora, inigualada) que ofrecía la aventura grupal de otrora, cuando varias cabezas se agrupaban frente a un monitor de 14 pulgadas para resolver algún acertijo tenaz entre bocados de pizza, o cuando los más astutos o perceptivos pasaban datos y anotaciones valiosas en el colegio sobre alguna solución que habían descubierto por su cuenta (o una fotocopia borrosa con las benditas claves que a veces se disfrazaban de puzzles); todo esto, por supuesto, antes de que la llegada de Internet, Google y los walkthroughs arruinaran toda la diversión.

Hace unos meses TAG convocó a un concurso / promoción que tuvo como objeto el juego Olav & the Lute, una aventura de distribución gratuita que fue creada por dos jóvenes alemanes sin experiencia en diseño. Se trata de un juego muy simple (completarlo lleva aproximadamente media hora) pero con gráficos y sonidos muy atmosféricos y agradables. Los fans del Loom de LucasArts lo reconocerán automáticamente como inspiración directa no sólo en la interfaz minimalista y el gameplay basado en indicios sonoros, sino también en la atmósfera, que es onírica y surreal. Es un muy buen punto de inicio para los novatos en el género y niños en general. El juego tiene página propia y puede descargarse allí.

Yo por mi parte tengo otro motivo menos desinteresado para destacar este título específico: resulté ser el ganador del concurso, cosa que me sorprendió mucho ya que no seguí el formato "correcto" de las entradas de TAG, pero también porque rara vez en mi vida he ganado algo. Sea como sea, me alegro de haber ayudado a difundir un poco este tipo de entretenimiento virtual, y mi entrada está aquí para quien desee leerla (eso sí, en inglés):
http://teseractia.blogspot.com.ar/p/blog-page.html