jueves, 21 de agosto de 2014

Elizabeth Gilbert y la (mala) costumbre de no pedir




(Traducción del artículo The First Step to Long-Lasting Happiness publicado originalmente en http://www.oprah.com/spirit/How-to-Be-Happier-Elizabeth-Gilbert)


Una mañana de 1993, entré en las oficinas de una famosa revista neoyorquina para solicitar trabajo como escritora. No había concertado una cita, no contaba con experiencia previa, y no tenía ni un solo artículo publicado a mi nombre. Pero había experimentado una revelación: que nadie iba a llamar nunca a mi puerta diciendo "Nos informaron que aquí vive una escritora talentosa y queremos ayudarla con su profesión". No. Yo era la que tendría que salir a llamar a puertas ajenas.

Así que eso hice. Simplemente entré directamente de la calle y pedí que me contrataran como periodista. ¿Y adivinen qué? ¡No funcionó! (Por supuesto que no funcionó... no eran tontos, y yo no tenía ninguna cualificación; ¿cómo creen que funciona el mundo, gente?). A pesar de eso, todavía recuerdo ese momento como uno de los más importantes de mi vida, porque ciertamente fue el más audaz. Cuando volví a casa ese día, seguía sin un peso y sin reconocimiento alguno, pero al menos sabía que era valiente. No tendría que sufrir la angustia de saber que no lo había intentado.

Hace casi 800 años, el poeta-místico persa Rumi escribió: "Debes pedir aquello que realmente quieres obtener". Él veía el acto de pedir como un deber sagrado, y creo que tenía razón. No porque tus deseos te serán concedidos en forma automática (eso no ocurrirá), sino porque el mero hecho de decir en voz alta "Esto es quien soy y por lo que he venido" parece despertar una poderosa fuerza interna. Al articular tu deseo, estás anunciando que tus intenciones de concretar el próximo gran evento en tu vida son absolutamente serias.

El obstáculo, por supuesto, es que pedir aquello que realmente quieres –sea un trabajo como escritor/a o un descuento en los neumáticos de tu auto– puede ser difícil. Especialmente para las mujeres. En primer lugar, debes saber exactamente lo que quieres, lo cual puede ser un problema si fuiste educada para complacer a otros. En segundo lugar, debes estar convencida de que eso que quieres vale la pena; de nuevo, una tarea complicada para aquellas mujeres que han recibido una capacitación extensa en las oscuras artes del menosprecio personal. En tercer lugar, debes enfrentar la posibilidad del rechazo. Esa es la peor parte. A las mujeres no nos gusta que nos rechacen (ya tenemos bastante de eso en nuestras vidas personales), así que, como abogados en un juicio, solemos hacer sólo aquellas preguntas para las cuales ya conocemos las respuestas. Es decir: cero riesgo. Lo que a su vez quiere decir: cero recompensa.

Lo divertido del caso es que el rechazo no es realmente tan malo. Esto es algo que pienso que los hombres siempre han comprendido: que un fracaso glorioso puede ser a veces más gratificante en la vida que un éxito prudente. Esta es la razón por la que los hombres están siempre pidiendo cosas que pueden no merecer, o que no están totalmente preparados para manejar. Tampoco digo esto como un insulto a los hombres, de hecho me gustaría que más mujeres hicieran lo mismo. Porque a veces obtienes un sí, e incluso si no estabas preparada para ese sí, te pones a la altura. No estás lista, y de pronto lo estás. Es irracional, pero es mágico.

No puedo decirte exactamente cómo pedir las cosas. No es mi área de conocimiento, y hay demasiadas variables a tener en cuenta. A veces debes ser gentil y encantadora; otras veces tienes que ser descarada e intrépida. Pero en términos generales, es una fórmula sorprendentemente simple: no des más vueltas y pídelo. Porque el hecho esencial es que pedir es la mejor forma –la única forma, en realidad– de obtener lo que quieres.


Via | Oprah.com