domingo, 12 de mayo de 2013

Bill Bryson y sus breves historias de (casi) todo

Hace unos años andaba en la búsqueda de un libro de nivel general sobre la historia de la ciencia que incluyera algunos de los avances más recientes en cada uno de los campos. No tenía muchos deseos de agregar otro monolito ilegible a mi colección (miro de reojo y con bastante culpa a mi tomo de la Nueva Guía de la Ciencia de Asimov, añejado dos décadas), así que me interesaron particularmente varios testimonios en Internet sobre el libro A Short History of Nearly Everything que -decían los usuarios de Amazon- abarcaba una buena cantidad de temas con un tono más bien light y de lectura muy amena. El factor que terminó por decidirme fue enterarme de que al autor Bill Bryson se lo conoce justamente por cultivar un estilo humorístico, afable y nada académico.

Los usuarios de Amazon no me defraudaron. El libro es una crónica sinuosa y muy narrativa del camino recorrido por la humanidad en su afán por saber "todo"; o al menos ese "todo" que constituye el objeto de estudio de nuestras ciencias. Pero Bryson no es un científico, y no tiene ninguna intención de aburrir. El tono se acerca al de uno de esos amigos que son un libro abierto y que nos cuentan sobre una cantidad de cosas fantásticas que acaban de aprender en un documental.

Bryson se las ingenia para eludir ecuaciones y fórmulas, que sólo se incluyen cuando es estrictamente necesario, o cuando son muy famosas. Su objetivo parece ser más pintar el zeitgeist de los tiempos y sociedades en que los descubrimientos salieron a la luz. Vistas a través de sus ojos, estas mini-revoluciones dejan de ser simples factoids y se transforman en eventos fascinantes que impactan en vidas reales (pero los amantes de la trivia no tienen de qué preocuparse tampoco. El libro está repleto de datos, referencias y apuntes curiosos que por una cuestión de extensión muchas veces sólo merecen una línea).

¡Y qué vidas! Todos esos personajes familiares que hemos ligado al bronce inmutable desde nuestra edad escolar, se hacen de carne y hueso. Sus hazañas parecen aún más formidables porque podemos poner el esfuerzo en contexto; no sólo el social a gran escala, sino el de las típicas debilidades y glorias humanas. Al relevar ambiciones, mezquindades, luchas, pasiones y actos heroicos de desinterés, Bryson nunca abandona el humor ni la fina ironía, aun en aquellos casos donde se adivina implícita su compasión por el destino trágico de muchas de las figuras que contribuyeron a crear nuestro mundo moderno.

La humanización de las criaturas que pueblan los libros de texto es una tarea de consenso esencial, pero que generalmente se acomete con suerte muy dispar. En este punto debería aclarar que el humor y la accesibilidad general con que está escrito el libro no quiere decir que Bryson ha escrito una "historieta de la historia" à la Felipe Pigna. La personalidad del autor desaparece detrás de los hechos que narra. Es como un testigo extrañamente divertido, pero ubicado a la vera del camino. Al fin y al cabo, sus personajes no necesitan adornos dramáticos: ver nomás el caso del tan brillante como increíblemente excéntrico Isaac Newton, cuya obsesión por la experimentación lo llevaba a, por ejemplo, insertarse agujas de costura debajo del globo ocular "para ver qué pasaba" al llegar al fondo de la cuenca; o el de Lord Kelvin, un genio auténtico que entró a la Universidad de Glasgow a la edad de 10 años y vivió para crear centenares de inventos e impulsar innumerables avances que hoy nos hacen la vida más fácil (ej. la heladera); o la triste historia de Lavoisier, que creó el laboratorio más sofisticado del mundo y revolucionó la química sólo para quedar del lado errado de otra revolución, mucho menos benigna; la estatua erigida en su honor cien años más tarde llevaba por error el rostro de otra persona. Si Bryson se molesta con la biografía de un personaje particular, el lector debe esperar dosis similares de carcajadas y perplejidad.

Evaluación general del libro: en lo que hace a los avances científicos en sí mismos, hay bastante de Sagan en esto de aproximarse a los hechos por vía de la maravilla. Bryson no baja el nivel tanto como para que no haya que releer algunos pasajes más complicados, pero va un poco más allá en la búsqueda del entretenimiento puro y la identificación emocional, sobre todo del lector novato que se acerca a sus primeras lecturas científicas. Mi edición en inglés tiene poco más de 500 páginas, que es una extensión suficiente para un pantallazo general. Es justamente lo que estaba buscando. Además de ser altamente recomendable para todo público adolescente-adulto con un mínimo interés en el tema, me deja con la misma pregunta de tantas otras veces: conociendo la pobreza de nuestros contenidos y métodos educativos, ¿por qué no hay más libros como éste en las aulas?


(Nota al pie: no tuve suerte tratando de encontrar la edición en español del libro en nuestro país. Por ahora, la mejor opción parece ser el paperback disponible por 11 dólares en Amazon.com, o monitorear MercadoLibre en caso de que aparezca algún ejemplar).


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