miércoles, 10 de octubre de 2012

Cumple retro para el Sr. Glass


Recuerdo cuando la Antigua Casa América todavía adornaba la Avenida de Mayo.

Tras la vidriera descansaba una colección de instrumentos sorprendentes; adentro el ambiente era toda distinción y vendedores al acecho, pero respetuosos. Por eso me resultaba tan extraño el contraste del videoclub que -quizás por la crisis financiera que eventualmente apuraría el cierre, o por un intento fallido de diversificación- se había instalado bien al fondo, como para no llamar mucho la atención.

Como me quedaba cerca de la oficina, era costumbre pasar los viernes después del trabajo para alquilar alguna cosa que ver con la familia durante el fin de semana. Ese día volví a casa con 7 (siete) videocasettes bajo el brazo. El spread de géneros y edades de la audiencia había abonado la costumbre de contar con una variedad adecuada de películas para cubrir todos los gustos. Uno de estos VHS cuidadosamente seleccionados y extraido de los anaqueles del videoclub que funcionara en el fondo de aquel local de la extinta Casa América era la legendaria Koyaanisqatsi, de Godfrey Reggio.

Terminé viéndola yo solo, por supuesto, y nada más ligué algunos rezongos por mi fantástica idea de alquilar un film sin diálogos, personajes o trama convencional. Pero Koyaanisqatsi valía la pena y no me defraudó. El error es considerarla un documental, porque era más una experiencia de inmersión, un trance, aún en un televisor modesto de rayos catódicos de mediados de los '80. Parábola sobre la vida moderna y la alienación progresiva de la humanidad, la película estaba llena de imágenes que perduran en la retina, como aquella famosa superposición del frenesí de un subte en hora pico con las salchichas que salen de la línea de producción de una fábrica de embutidos.

Koyaanisqatsi (que quiere decir "vida desequilibrada" en lengua nativa norteamericana) no tiene diálogos, como dije; las imágenes son esencialmente mudas, pero aún así hay mucho para escuchar. Eso es gracias a la música omnipresente de Philip Glass, el astro minimalista que hoy cumple 75 años. Esta fue su primera partitura para el cine y la que lo puso en el mapa de los cinéfilos.

Para que el tributo sea realmente retro, aquí va un cover en chiptune (música de 8 bits) del tema final de Koyaanisqatsi, compuesto por Philip Glass en una época mágica.



PD: Uno de los "guionistas" del film, Ron Fricke, tuvo la oportunidad de dirigir su propia película 10 años más tarde, la muy similar y espectacular Baraka. Esta también tuvo una banda de sonido notable, aunque a cargo de varios artistas distintos.


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