jueves, 12 de diciembre de 2013

Razón #375 para hacer ese curso anti-stress



Había una vez un tiempo de inocencia individualista en el que nos figurábamos más o menos separados del resto del mundo. Un tiempo en que nos repetíamos, como consuelo, que nuestros muchos mambos acumulados a lo largo de los años no molestaban en definitiva a nadie más que a nosotros mismos o, a lo sumo, a quien nos tuviera que soportar de cerca.

¿Escuchan eso? Es el sonido de otra ilusión agrietándose. Como si uno no tuviera las manos llenas lidiando con los problemas de la propia existencia, un nuevo e inquietante estudio publicado en la sección Neuroscience de Nature.com nos sugiere que nuestros traumas, triggers y miedos no sólo pueden afectar nuestro entorno más o menos cercano (algo de fácil verificación con cualquier modelo casero de contagio psicológico) sino que pueden transferirse directamente a nuestra descendencia valiéndose de, cuándo no, esos molestos genes.

Los experimentos mostraron que un evento traumático podía afectar el ADN del esperma y alterar los cerebros y el comportamiento de generaciones subsiguientes. (...) El profesor Marcus Pembrey, del University College London, afirma que los descubrimientos fueron "muy relevantes para los casos de fobias, ansiedad y trastornos por estrés postraumático" y que brindaron "indicios convincentes" de que existe una forma de memoria que se transmite entre generaciones.

"Es hora de que los investigadores abocados a temas de la salud pública se tomen en serio las respuestas trasngeneracionales humanas", agrega.

"Sospecho que hasta que adoptemos un enfoque multigeneracional no terminaremos de entender las razones del aumento de los trastornos neuropsiquiátricos, ni de la obesidad, la diabetes o cualquier tipo de disfunción metabólica."

Todo esto tiene que ver con el estudio de la epigenética, es decir, de las variaciones de expresión de los genes (fenotípicas) que no surgen de un cambio en la secuencia de los genes mismos, sino que se inducen por cambios en el entorno. Y que se heredan.

Estas líneas de investigación trabajan en la frontera de la ciencia de nuestros días, con resultados que no se comprenden aún en su totalidad. Lo que está claro es la inadecuación de ciertos axiomas de la genética clásica. Me gusta compararlos con la papilla que hizo la astronomía moderna (desde la misma invención del telescopio) con el concepto de la inmutabilidad de los cielos que antiguamente se presumía axiomático.

Tal vez estemos a las puertas de una revolución similar. De prosperar este estudio (que involucró ratones, olores y cambios en comportamientos), y sin mencionar los efectos potenciales sobre el tratamiento de las sintomatologías o enfermedades mencionadas, agregaría toda una dimensión nueva (biológica) a la noción de responsabilidad personal, y la importancia del breve lapso en que podemos ejercerla durante nuestro paso por esta tierra.

En otras palabras, puede ser que podamos dejar atrás algo más que actos, pensamientos, escritos o ejemplos. Nuestra misma reacción al mundo que nos rodea hoy puede tener más influencia de lo que imaginamos en la confección del mundo de nuestros hijos.

El estudio se centra en la transmisión de aspectos que podríamos llamar negativos e irracionales. Es probable que esto se deba a que son mucho más fáciles de observar. Pero la puerta queda abierta para indagar, por qué no, sobre la transmisión de estructuras más complejas. Si los males pueden pasar, ¿qué hay de las virtudes? Tal vez la respuesta a esa pregunta sea la base de la próxima revolución.


Via | BBC News

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