domingo, 22 de diciembre de 2013

El señor de los patos

Carl Barks en 1982

Todavía no había cumplido 5 años cuando tuve la suerte de graduarme del Upa! de Constancio C. Vigil y pasar a leer las historietas del Pato Donald que tanto me fascinaban. En realidad, suerte fue la de poder acceder a lo mejorcito que produjo Disney en las historietas de esa época gracias a la pluma y la mente de Carl Barks.

Barks fue uno de los mejores historietistas de la historia, según dicen los que saben. Fue también el creador de Patolandia / Patoburgo y de muchos de los personajes secundarios que la habitaban, como Giro Sintornillos (conocido también como Ungenio Tarconi en España), o los Cortapalos. Pero sin duda su creación magna fue Tío Rico / Rico McPato (Tío Gilito en España).

Primera aparición, genio y figura
La primera aparición de Tío Rico como protagonista fue en Only a Poor Old Man (Sólo un pobre viejo), publicada en 1952. Esta es la historieta que leí de chico y que me dejó una impresión perdurable. Ya desde entonces (y en contraste con la sistemática subestimación que se hace corrientemente de la capacidad de los niños) podía percibir la ironía, el edge, el punch del guión que se mezclaba con la aventura fantástica. Aún hoy sigue siendo mi historieta favorita.

McPato nunca era un personaje accesible. Pero en compañía de Donald y sus tres sobrinos, se suavizaba. Había algo en las historietas que tenían a todo el grupo familiar embarcándose en aventuras bizarras que no aparecía en los episodios donde estaba cada uno por separado. Algo más delirante, más particular.

En esta apreciación temprana no estaba solo, aunque no pudiera saberlo. Escribe el periodista del WSJ Tim Marchman:

John A. Kouwenhoven, el gran estudioso de las artes norteamericanas de mitad de siglo, tenía una teoría con respecto al rasgo característico de las formas de arte nativas. La clave de alcances culturales como el jazz y el rascacielos, sugería, era la tensión subyacente entre el orden -observable en el patrón de rejilla superpuesto a escala continental sobre ciudades y granjas- y el ritmo espontáneo y discontinuo; el mismo que se siente en la forma en que Mark Twain hilvana una historia o en la prosodia de Walt Whitman. Kouwenhoven señalaba a los comics como un ejemplo particular "que no busca ningún fin regido por simetría o proporción".  Las creaciones de Carl Barks muestran exactamente lo que quería decir.

Por supuesto que yo estaba muy lejos de entender lo que significa prosodia, o de identificar tensiones y ritmos. Muy probablemente, sólo sentía todo esto a medida que leía. Algo similar puede haberles ocurrido a Spielberg y Lucas, que tomaron a los patos de Barks como molde para sus héroes de aventuras, y a la aventura de Tío Rico The Seven Cities of Cibola como inspiración directa de la clásica escena del peñasco rodante en Los Cazadores del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981).


Y es que Rico McPato no era sólo un magnate de cartón, una especie de viejito de Monopoly sin más personalidad que un póster de Tío Sam, más allá de su transferencia directa al imaginario popular -que suele nutrirse, no casualmente, de imágenes y dinámicas de comic- como una representación precisa del "1% privilegiado" en el mundo real. McPato en la pluma de Barks era increíblemente avaro (de ahí su nombre en inglés - Scrooge - levantado del Cuento de Navidad de Dickens), sí; y tan irascible como manipulador y obsesivo, pero también era corajudo, perseverante, incansable, astuto, y tan pronto para abusar de sus parientes directos -Donald, normalmente- como para permitirse muestras de afecto y hasta protegerlos con su vida llegado el caso. Era, en suma, un pato de carne y hueso.

Cómo héroe de aventuras, el personaje tenía la presencia de un profesor Lidenbrock o un profesor Challenger, pero claro, mucho más venal y sin formación académica:

Al leer historias como Back to the Klondike (De vuelta al Klondike) o The Secret of Atlantis (El secreto de la Atlántida), lo primero que uno nota, aunque ya lo sepa de antemano, es cuán eficiente era Barks como dibujante y narrador. En la segunda historia mencionada, le alcanzan 6 paneles para establecer todo lo que el lector necesita saber. Una imagen de Tío Rico sentado en una pila de dinero. Otra de él caminando en círculos sobre el surco grabado en el suelo de la "Habitación de la preocupación"; otra que lo muestra ceñudo mientras evalúa contratar a un cazador de morosos para que persiga a Donald, que le debe diez centavos. La historia se amplía rápidamente y sigue a Tío Rico engañando a Donald para que se cobre los diez centavos a sí mismo, elaborando un plan para adquirir todas las monedas acuñadas en 1916 existentes en el mundo; de ahí a una pelea en el Atlas Pie Co, y a la revelación de que la Atlántida está poblada por descendientes de los antiguos egipcios, que usan anguilas eléctricas para hacer funcionar máquinas de música. Todo fluye como un arroyo.

Con la reedición de uno de los tomos de Barks, el sitio www.fantagraphics.com permite la descarga de un sample en PDF de 18 páginas de esta primera famosa aventura de Tío Rico. Ahí se aprecia su afición imposible por el dinero (así como la relación fundamentalmente táctil que mantiene con la fortuna que guarda en su inmensa bóveda/depósito/mausoleo), y el duelo físico y mental que mantendría de aquí en más con el grupo de presidiarios de los Beagle Boys (los Chicos Malos o Apandadores en España), sus enemigos más tenaces. El sample alcanza para apreciar el ingenio que recorre toda la aventura y que ya es evidente desde los primeros paneles, con los "sabios" consejos financieros que McPato le imparte al eterno buscavidas de su sobrino.

Paneles de Only a Poor Old Man

Cuando Barks murió en el 2000 a los 99 años, ya era una figura reconocida y respetada en todo el mundo. Pero trabajó dos décadas en el completo anonimato, hasta que un día recibió la primera carta de un fan. Esto es lo que le respondió:
El noventa y nueve por ciento de los lectores cree que Walt Disney escribe y dibuja todas esas películas y comics en el tiempo que le queda cuando deja el martillo y el serrucho con los que construye Disneylandia. Es un placer para nosotros, los escritores y artistas anónimos, encontrarnos cada tanto con un persona sofisticada que sabe que esto no es así en absoluto.
Hace más de 30 años, en un mundo libre de críticas e interpretaciones sesudas, Carl Barks marcó la diferencia y me habló directamente.


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