viernes, 1 de noviembre de 2013

Gravedad: Earth below us, drifting, falling


Quiero decir de entrada que Gravedad (Gravity, 2013) es una película que *exige* verse y disfrutarse en 3D. Seguro, la frase es un lugar común, pero insisto: véanla en 3D. En el caso de Gravedad, una sala 2D convencional puede recortar demasiado la experiencia.

El argumento: Sandra Bullock y George Clooney son astronautas que están cumpliendo una misión de rutina para la NASA, arreglando un problemita con el Hubble en la órbita terrestre cuando algo, claro, sale mal. Eso es todo lo que voy a decir sobre la historia, que de todas formas es bastante leve. Lo que importa aquí es el espectáculo.

El ritmo de la película es bastante medido para los estándares de un film de alto presupuesto. Cuando arranca, sin embargo, la acción es siempre visceral. Gravedad es una película de estómagos retorcidos y palmas húmedas. Bajo la dirección de Alfonso Cuarón, quien también guionó, la cámara serpentea entre los personajes y las cosas con la fluidez de un astronauta más. Como una versión extendida e hiperdimensionada de la famosa escena del auto de Hijos del Hombre (Children of Men, 2006), pasamos de contemplar las estrellas a mirar a Bullock de frente, y de un zoom in interminable rotamos a las estrellas de nuevo, pero ahora estamos adentro del casco de la actriz, mejilla a mejilla, todo en una toma continua. El paso de la agarofobia a la claustrofobia se maneja con idéntica elegancia. Mucho más que vitrina para virtuosismo gratuito, el 3D aquí es un componente esencial para la inmersión, a diferencia del simple gimmick al que se ve reducido en la mayoría de los blockbusters hollywoodenses.

Esto no quiere decir que Gravedad no sea un blockbuster hollywoodense, que lo es: u$s 100+ millones de presupuesto invertidos en efectos especiales que se ven tan absolutamente extraordinarios como naturales, y un par de los actores más populares del planeta. Sucede que también está permeada de sensibilidad indie, sin grasa ni hidratos de carbono, con largas pausas, silencios profundos, ciencia dura, y una tenacidad admirable para mantenerse dentro de los parámetros de la lógica del mundo real a expensas, pienso yo, de una mayor accesibilidad. Sólo un evento cerca del tercer acto de la película me hizo dudar, y temí que todo derivara en sacarina pura y con un final a lo Bruce Willis, pero resultó ser un pequeño giro, un amague que no por ser un poco predecible fue menos brillante. Gracias, Cuarón.

Sandra Bullock y George Clooney deben terminar las reparaciones antes de lo esperado en Gravedad

Entre las influencias que pude reconocer destaco por supuesto la de 2001 (2001: A Space Odyssey, 1968), al menos una tensa escena de 2010 (1984), y mucho de Mar Abierto (Open Water, 2003), y hasta aquella gran canción de Peter Schilling. Tampoco puedo dejar de pensar en el cuento de Ray Bradbury que mencioné en un post-elegía a principios del año pasado, Calidoscopio.

The Dig: imposible no asociarlo
Hablemos brevemente de las estrellas, de esas que no son esferas de gas incandescente. Bullock, la sorpresa, deja atrás sus mohínes tradicionales y se transforma en una maravilla, pura fibra, control y vulnerabilidad; Clooney es... bueno, Clooney; el papel le pide la típica mezcla de cool y what-me-worry que lo hace básicamente indistinguible del Clooney de, digamos, El Pacificador (The Peacemaker, 1997)... pero una vez más, el conjunto funciona a la perfección. A todo esto, si alguna vez se realiza la versión cinematográfica de The Dig (1995) de LucasArts, ya tienen al actor para interpretar a Boston Low.

Finalmente, el film le otorga al rol del antagonista tanta importancia como a los actores principales. En esto también Gravedad es bastante inusual, ya que no tiene ni monstruos espaciales, ni computadoras esquizoides, ni villanos teatrales que suelten frases creadas en comité y ya premasticadas en cientos de comic books. No; en su lugar aparece Sir Isaac Newton, o, más bien, las leyes físicas que llevan su nombre. La presión impersonal que ejercen sobre los protagonistas, la forma en que gobiernan este reino silencioso y hostil con mano de hierro y sin margen de negociación, se transmite al espectador con contundencia pero sin que la película haga de ello una fuente de referencia constante (la exposición también está reducida a un mínimo), lo cual es otro de sus grandes logros. Los humanos, fuera de nuestro elemento, sólo podemos acatar en las buenas y tratar de agarrarnos a algo en las malas, y eso es todo.

"En el espacio, nadie puede oírte gritar" era el slogan de una obra maestra del género híbrido de ciencia ficción/horror de hace unos cuantos años. Gravedad no llega a ser un clásico. El argumento es tal vez demasiado directo y simple; la pequeña historia de redención que contiene no llega a levantar mucho vuelo. Pero aquel slogan inquietante reencarna hoy en una pantalla implacable que en todo momento devuelve en partes iguales espectáculo, tangibilidad y plausibilidad. Las audiencias modernas, muchas veces hambrientas de thrillers inteligentes y muchas veces frustradas, se merecen muchas más películas que tengan la misma consideración.


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